Yo le hablo a ‘mis’ plantas. ¿Quién no ha oído eso de que hablarles les hace bien? Más que sólo plantas, ellas son mi compañía, mi inspiración. Embellecen mi cuarto, nuestro jardín, nuestra casa. De algunas hago tés, con algunas condimento mis comidas, otras me dan de comer. Algunas me ayudan a hacer fotos. Otras me recuerdan a Guate como mi pascua, o a mi abuelita como las malasmadres. Ellas me alegran el día. Hay un par que se enferman a cada rato, pero ahí van (las hormigas y las cochinillas blancas me enojan…!). Algunas las considero mis proyectos fallidos, porque no hay modo que logre entender qué quieren y hacerlas felices, pero las podo y crecen de nuevo, o las propago para lograr salvar las hojitas que sí están bien. En Guate la mayoría de plantas interiores en macetas se me morían… A veces darles mucho es peor que darles nada. Acá, no hay modo que logre germinar semillas nativas de Australia, y también es otro proyecto que tengo pendiente. He probado quemarlas, ahumarlas, remojarlas, agua caliente, rasparlas, dejarlas en paz… de todo…Y nada. En estos último años he logrado establecer una relación más profunda con los seres vivos a mi alrededor. Siendo maestra de ciencias trataba de enseñar ese respeto por todos los seres animados, pero no lograba transmitir ese mensaje sin antes presenciar la muerte de una lombriz a la mitad en manos de uno de mis alumnos.
Para navidad del año pasado, una de mis mejores amigas me regaló un libro: Braiding Sweetgrass de Robin Wall Kimmerer. El libro es extremadamente hermoso; es la combinación perfecta entre conocimientos científicos y conocimientos de los pueblos originarios de América del Norte. La pasión con la que Robin escribe y comparte sus palabras se lee y se siente. No voy a pretender explicarles todo lo que ella comparte en un par de párrafos, pero les dejo las primeras ideas (de las decenas que ella expone…!) Que me más conmovieron.
“… Pero hace mucho tiempo los científicos decidieron que las plantas son sordas y mudas, que están aisladas sin poder comunicarse. La posibilidad de que pudieran conversar fue desechada. La ciencia pretende ser puramente racional, completamente neutral, un sistema basado en construir conocimientos en donde el observador debe desligarse completamente de lo que está observando. Y entonces se concluyó que las plantas no pueden comunicarse simplemente porque no tiene los mecanismos que los animales usan para poder hablar. El potencial de las plantas está visto únicamente a través de la capacidad del ojo animal.” Robin Wall Kimmerer, Braiding Sweetgrass. (Traducido del inglés.)
“… Cuando están pequeños, nuestros hijos e hijas hablan de los animales y de las plantas como que fueran personas; les dan atributos de seres con intensiones, con compasión– hasta que les enseñamos a no hacerlo. Les enseñamos de nuevo y les hacemos olvidar. Cuando les decimos que el árbol no es un quién sino un qué, cuando hacemos de un maple un objeto, ponemos una barrera para absolvernos de toda responsabilidad moral y así podemos explotarlo libremente. Referirse a la tierra y a los seres como eso los convierte en “recursos naturales”. Si un maple es un eso, podemos talarlo; si un maple es una ella, lo pensamos dos veces.
Otro estudiante se opuso al argumento de Andy. “No podemos llamarlos él o ella. Eso sería un antropomorfismo.” Ellos son biólogos que han recibido muy buena educación, y que se les ha enseñado a nunca otorgarles características humanas a los objetos estudiados, a otras especies. Es un pecado que termina quitando objetividad a la observación. Carla señaló “es irrespeto hacia los animales. No debemos asumir que ellos perciben las cosas de la misma manera que nosotros. Ellos tienen su forma de hacer las cosas – ellos no son humanos en disfraces.” Andy le respondió “Pero sólo porque nosotros pensamos que ellos no son humanos, no significa que ellos no son seres. ¿No es una falta de respeto el creer que nosotros somos la única especie que cuenta como ‘personas’?” El idioma inglés es arrogante al creer que los humanos son los únicos seres animados que merecen respeto y responsabilidad moral.” Robin Wall Kimmerer, Braiding Sweetgrass. (Traducido del inglés.)
Realmente espero que puedan darse el privilegio de darle una leída al libro.
I talk to ‘my’ plants. Who hasn’t heard that talking to plants is good for them? But for me the plants that I share my life with are not “just plants”. They are my company, my inspiration. They make my room, the garden, our home, look beautiful. I make tea with some of them, I use them to spice my food and some of them even feed me. Some help me with my photographs as well. Some plants remind me of Guatemala, such as poinsettias, and some remind me of my grandma, like the spider plants. Plants make me happy. There are a couple of them who get sick quite often (I really dislike mealybugs and ants!) Some of them are failed projects; still after three years of living with them, I can’t read them and give them what they need to keep them healthy and happy. I end up just propagating them to try to save the good few leaves they still have on them. While living in Guatemala, most of my indoor plants ended up dead because I hadn’t understood that to give them less was better than to given them too much. I still haven’t being able to germinate native Australian seeds. I have tried to burn them, scrape them, soak them, smoke them, boil them and I had even tried to leave them alone, but still… no success. For years, I have been trying to improve my relationships with the living organisms around me. While I was teaching, I tried hard to share that message of respect towards all living beings but it just ended up in an earthworm murder at the hands of one of my students.
Nicky (one of my best friends and my sister-in-law) got me a book for Christmas. It is one of my favourite books ever: Braiding Sweetgrass by Robin Wall Kimmerer. The books is absolutely beautiful; it is the perfect combination of scientific facts and North America’s first peoples knowledge. Robin writes with such passion and feeling that it is inevitable to be touched by her words. I am not going to pretend I can explain all the ideas she shares on her book, but I will leave you with the first couple of ideas from the first chapter that really moved me.
“…But scientists decided long ago that plants were deaf and mute, locked in isolation without communication. The possibility of conversation was summarily dismissed. Science pretends to be purely rational, completely neutral, a system of knowledge-making in which the observation is independent of the observer. And yet the conclusion was drawn that plants cannot communicate because they lack the mechanisms that animals use to speak. The potentials for plants were seen purely throughout the lens of animal capacity.” – Braiding Sweetgrass by Robin Wall Kimmerer
“… Our toddlers speak of plants and animals as if they were people, extending to them self and intention and compassion – until we teach them not to. We quickly retrain them and make them forget. When we tell them that the tree is not a who, but an it, we make that maple an object; we put a barrier between us, absolving ourselves or moral responsibility and opening the door to exploitation. Saying it make a living land into “natural resources.” If a maple is an it, we can take up the chain saw. If a maple is a her, we think twice.
Another student countered Andy’s argument. “But we can’t say he or she. That would be anthropomorphism.” They are well-schooled biologists who have been instructed, in no uncertain terms, never to ascribe human characteristics to a study object, to another species. It’s a cardinal sin that leads to a loss of objectivity. Carla pointed out that “it’s also disrespectful to the animals. We shouldn’t project our perceptions onto them. They have their own ways- they’re not just people in furry costumes.” Andy countered, “But just because we don’t think of them as humans doesn’t mean they aren’t beings. Isn’t it even more disrespectful to assume that we’re the only species that counts as ‘persons’?” The arrogance of English is that the only way to be animate, to be worthy of respect and moral concern, is to be a human.” – Braiding Sweetgrass by Robin Wall Kimmerer
I really hope you get to read the book!